Hoy hablaremos de una de las
articulaciones más importantes de nuestro cuerpo, tanto por su
complejidad, como por la frecuencia con la que se ve afectada. Comencemos por la lesión de menisco, la rodilla
es una articulación que soporta nuestra carga y nos permite caminar,
correr y saltar. Es por tanto una articulación que está sometida a mucho
desgaste, y que es muy incapacitante cuando nos duele o no podemos
moverla bien.
Para empezar voy a resumir de forma sencilla los elementos que conforman la rodilla, y que por tanto pueden ser lesionados:
- Elementos óseos: la rodilla es la articulación que une el muslo con la pierna, está formada por tanto por la parte inferior del fémur (que se divide en dos cóndilos), la parte superior de la tibia (sirve de base para el apoyo del fémur) y la rótula, que la protege por delante. El peroné no forma parte de la articulación en sí pero hay que tener en cuenta que algunos ligamentos se insertan en él.
- Meniscos: son como dos “almohadillas” de cartílago que sirven de amortiguación entre el fémur y la tibia. No tienen vasos sanguíneos ni nervios, por lo que su lesión puede que no sea tan llamativa como la de otras estructuras. Tenemos dos en cada rodilla, uno lateral y otro medial.
- Ligamentos: se dividen en extraarticulares, que son los que sujetan la rodilla por fuera (ligamentos laterales externo e interno) e intraarticulares (los famosos ligamentos cruzados, anterior y posterior). Además también están los ligamentos rotulianos que sujetan la rótula.
- Cápsula articular: tejido fibroso que rodea toda la articulación y le confiere estabilidad. En su interior está el líquido sinovial actúa como lubricante en los movimientos de la articulación, entre otras funciones.
- Bolsas serosas: la rodilla cuenta con múltiples bolsas serosas que ayudan a reducir la fricción entre las estructuras de la articulación. Algunos ejemplos son la prerrotuliana, la de pata de ganso y la poplítea.
El derrame articular es muy importante en la exploración de la rodilla traumática aguda. Se produce por la rotura de la cápsula articular, que hace que el líquido salga para afuera. Esto se traduce en una rodilla de aspecto globuloso (la vemos hinchada), y al tocar la rótula y empujarla hacia abajo, con la rodilla extendida, notamos cómo ésta desciende hasta tocarse con el fémur, del que está separada por la cantidad de líquido que hay en medio. Esto se denomina “signo del témpano”. Para poder detectar si hay derrame o inflamación es muy útil compararla con la rodilla sana, así se ve cualquier aumento que pueda afectar a la articulación.
Me duele la rodilla ¿de qué puede ser?
Una de las cosas más importantes para poder sospechar cuál puede ser nuestra lesión es saber cómo se produjo,
si fue tras un
golpe, un giro, un aplastamiento, o si por el contrario
es un dolor que empezó hace tiempo y fue aumentando con el tiempo. Cada
patología tiene uno o varios mecanismos de lesión característicos que,
aunque no siempre se cumplen, pueden orientarnos en el diagnóstico.
En las lesiones deportivas sobre todo, la gran preocupación es ¿menisco o ligamento cruzado?
La lesión de menisco se produce típicamente tras un traumatismo con un componente de rotación,
es decir, se suele producir tras un giro brusco de la rodilla. En estos
casos, acostumbra ser un dolor difuso, que si llega a presentar derrame
articular, lo hace de forma lenta, tarda unas 24-48 horas en aparecer.
Al puncionar el líquido (artrocentesis) éste suele ser normal, pudiendo
encontrarse sangre en algunos casos, sobre todo si la zona del menisco
que se lesiona es la periférica.
Otros síntomas que puede presentar el
paciente son episodios de fallos y bloqueos (no ser capaz de extender la
pierna completamente), acompañados o no de otros episodios de derrame
articular.
Una vez en la consulta del médico, este
realizará una historia clínica recogiendo todos estos datos, y una
exploración en la que valorará si están presentes algunos signos
específicos indicativos de daño meniscal, como pueden ser: test de McMurray (rotación de la rodilla con la pierna flexionada en diferentes grados), test de Steinmann (rotación con la rodilla en 900 y el paciente sentado en la camilla), test de Apley
(rotación con el paciente acostado boca abajo haciendo presión desde el
talón). La prueba de elección para ver una lesión meniscal sería la
resonancia magnética.
También se puede dar el caso de que se
haya producido una rotura pequeña, que apenas da síntomas por un
movimiento que ni siquiera recordamos, y que luego se vaya haciendo más
grande y sea cuando nos empiece a doler.
Por otro lado, tenemos las lesiones de ligamentos, que como ya vimos pueden ser intraarticulares o extraarticulares.
Los ligamentos cruzados
anterior (LCA) y posterior (LCP) se encuentran dentro de la
articulación de la rodilla, por lo que su vascularización es precaria, y
no cicatrizan con tanta facilidad.
La rotura del LCA suele producirse en traumatismos con hiperextensión o valgo y rotación de la rodilla, muy frecuente en actividades deportivas.
El deportista siente un crujido, percibe un desgarro y un dolor agudo
en la rodilla que no le permite seguir. La rodilla puede dar la
sensación de ser inestable durante el apoyo, y se desarrolla un
hemartros (derrame articular con líquido de contenido sanguíneo) muy
rápido, de 1 a 2 horas.
Los test clínicos para hacernos pensar en LCA son el test de Lachmann y la prueba del cajón anterior (pierna flexionada a 900 y tiramos de la tibia hacia delante para ver si hay inestabilidad).
El LCP suele lesionarse en traumatismos
directos sobre la tibia con la rodilla en flexión. Se diagnostica
detectando excesivo desplazamiento de la tibia hacia atrás con la
rodilla en flexión de 900 (test de cajón posterior).
Ambos se pueden tratar de forma
conservadora, pero en las personas que no sea suficiente y deseen
recuperar la función total de la rodilla se puede valorar la posibilidad
de una reparación quirúrgica del ligamento.
Los otros ligamentos son los
extraarticulares que sujetan la rodilla por fuera, están bien
vascularizados y nutridos, por lo que su cicatrización suele ser
espontánea (salvo en caso de roturas muy grandes). Su lesión se denomina
esguince, y se dividen en 3 grupos de gravedad según estos parámetros: dolor, tumefacción, inestabilidad, incapacidad y riesgo de recidiva.
- -Grado I: rotura intraligamentosa de fibras. Dolor selectivo de la zona de lesión, incapacidad y tumefacción mínimas y ausencia de inestabilidad.
- Grado II: intermedio
- Grado III: lesión ligamentosa completa, con dolor extenso, tumefacción e incapacidad marcadas e inestabilidad franca.
De este grupo, el que más frecuentemente se lesiona es el ligamento colateral medial,
que suele ser por traumatismos con valgo forzado (como si empujaras la
rodilla desde el lateral). No suele haber derrame articular y a la
exploración aparece dolor en el trayecto del ligamento, agravándose al
forzar esa postura.
Tratamiento de los esguinces: RICE (Rest – Ice – Compression – Elevation). Reposo, frío, compresión y elevación del miembro afectado. Además se suelen dar antiinflamatorios y sesiones de rehabilitación. En casos muy graves habría que recurrir a la cirugía.
Ya en otro nivel de gravedad tenemos las fracturas.
Los huesos que se fracturan a nivel de la rodilla son el fémur distal
(la parte de abajo) y la meseta tibial, que forman parte de un miembro
de carga. Casi siempre son fracturas desplazadas y suelen requerir
quirófano (reducción abierta y fijación interna). Son más
características de accidentes de tráfico o similares que de deportistas, ya que se requieren traumatismos muy fuertes.
Por otro lado, las fracturas de rótula
son más frecuentes, y la mayor parte son transversales, por lo que
interrumpen totalmente el aparato extensor de la pierna. La rótula en
condiciones normales está tensada por arriba por el tendón del
cuádriceps y por abajo por el ligamento rotuliano, esto hace que al
romperse cada uno tire para un lado y por eso la mayoría de estas
fracturas son desplazadas y requieren cirugía.
Tendinitis y bursitis en la rodilla:
es la inflamación de las bolsas serosas y los tendones. Los cuadros más
comunes son algunos como la bursitis prepatelar o “beata”o la
tendinitis y bursitis anserina (o de la pata de ganso).
El quiste de Baker es
una dilatación de la bolsa serosa asociada al semimembranoso, conectada
con la articulación de la rodilla y localizada en el hueco poplíteo
(detrás de la rodilla). Suele ser secundario a alguna patología
intraarticular.
La luxación de rodilla
es muy poco frecuente pero de bastante gravedad. Es consecuencia de
traumatismos de gran energía (se necesita mucha fuerza para “desmontar”
esta articulación) y se asocia frecuentemente a lesiones vasculares
(arteria poplítea) y del nervio peroneo (provoca un pie caído).
Un ejemplo de alteraciones en gente más joven es la enfermedad de Osgood-Schlattter,
que aparece en torno a los 12-13 años, y da dolor en la tuberosidad
anterior de la tibia al realizar actividades recreativas o deportivas,
pudiendo llegar a causar tumefacción e irregularidades en la
osificación.
Ya por último también hay que tener en
cuenta que otras posibles causas de dolor en la rodilla pueden ser
enfermedades de una evolución más larga, sin necesidad de que exista un
antecedente traumático sino de carácter reumático,
como puede ser una artritis, artrosis, etc. En muchos casos, sobre todo
en las de origen degenerativo y desgaste, los síntomas pueden mejorar
notablemente con medidas posturales, ejercicios para fortalecer la
musculatura o, por ejemplo, con la pérdida de peso en los casos de
sobrepeso y obesidad.
Bibliografía
Traumatología y cirugía ortopédica. Manual CTO de medicina y cirugía. 7ª Ed
Sistema musculoesquelético. Traumatología, evaluación y tratamiento. F. H. Netter
Imagen 1| vivirsalud Imagen 2 | sciencesworld
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